viernes, 27 de agosto de 2010

Skyline de día, belleza de cristal




Carolina es una politóloga madrileña que lleva viviendo seis meses en Brooklyn. Coincidí con ella y su chico, Carlos, en un restaurante italiano de la Quinta Avenida del barrio. Venían de pasar unos días en Hawai –doce horas en avión desde Nueva York—y ella me sugirió que recorriera algunos de los sitios, fuera de Manhattan, que he intentado describirles en este blog. ¿Politóloga? Sí, encargada de hacer estudios que, no se sabe cómo ni por qué, sirven a los gobiernos de otros países para tomar decisiones. Trabaja en Manhattan, en la 42, y acabamos hablando de Aznar. Me confesó que en Estadios Unidos no tienen ni idea de si Zapatero es nuestro presidente y menos que Rajoy aspire a ello.

Les cuento la historia de Carolina --por cierto. de padre extremeño—para que se den cuenta de lo mucho que necesitamos los españoles nuestro país cuando estamos fuera. Me explico. La chica, con solo 27 años, había recorrido ya otros y no acaba de convencerle cómo se vive en éste. “Llevan una vida muy gris”, me decía, como queriendo confirmar que en España, por encima de todo, disfrutamos siempre que podemos. Ya me lo dijo Kid, que nos atendía detrás de la barra, un indio natural de Goa con ascendientes portugueses: “Spaín is different”. Y tanto cuando vienes a Nueva York.

Reflexionaba Carolina sobre la extendida afirmación de que nuestro pecado nacional es la envidia y analizaba, con sana distancia, la bronca diaria y el mal ejemplo que dan nuestros políticos, enzarzados en guerras dialécticas que no llevan a ningún lado. Aunque no he tenido oportunidad de comprobar si el debate entre los americanos se viste con otro traje, puedo decirles que, caminando por las calles, tanta bandera colgada me recordó por un momento a una de las grandes consecuencias de nuestra victoria en el Mundial. Yo, que no siento la patria por mis venas, hasta creo que la americana decora bien las fachadas.

Pero no quiero cansarles con más diatribas y allá vamos con otra ración de Perdidos en Nueva York, versión Brooklyn. Hoy, sin guía, me atreví a bajar hasta el East River, que separa este barrio y Manhattan, con la idea de llegar hasta ese parque que sale en las pelis de Woody Allen con el puente de Brooklyn de portada. Y lo encontré, después de callejear por los bajos del de Manhattan, fácilmente reconocible porque es de hierro y otro de los que comunica la isla con los barrios del este. Ahí, donde ven la foto, se han debido rodar escenas que, no me pregunten de qué films, me hicieron sentirme como el protagonista de alguna de ellas. Hacía calor y el público había optado por tomar el sol, aparte de las consabidas fotos, con la postal de los rascacielos al fondo. Y yo, qué original, imaginando las Torres Gemelas y el impacto de los aviones. Inenarrable para quien, desde el Bridge Park, contemplara lo que ocurrió aquella mañana del 11 de septiembre.

Una zona del parque está en obras. Tuve que rodearlo por una calle hasta llegar, ahora sí, a uno de los pilares del puente de Brooklyn, junto al que se sitúa el River Café, al parecer uno de los más caros de la ciudad porque permite de noche contemplar el skyline de los rascacielos en una de esas postales para siempre. Entre turistas y vecinos tumbados en el verde recorrí la línea del parque, asomado al río y frente a los rascacielos. Si vienen a NY, se quedarán impresionados. Yo, al menos, me quedaré con esa imagen (ahí la tienen) de por vida. La próxima vez haré la visita de noche.

Al adentrarme de nuevo en las calles de Brooklyn, sentí que iba dejando tras de mí una imagen que no quería perder. Como cuando paseo por la parte antigua de Cáceres. Sigo pensando que no sabemos lo que tenemos y, menos aún, sacarle partido. Por eso NY es tan fascinante. Porque, como me dijo ayer mi brother, la ciudad llega a ser “adictiva”. En eso mismo pensaba yo cuando volvía a casa, guardando en el corazón la certeza de que la belleza también se puede encontrar en el espejo de los rascacielos.



1 comentario:

  1. Carlos, tú encuentras la belleza allá donde te propones. Pronto te tendremos por España de vuelta y entonces, escucharemos de viva voz tus relatos.

    Salud

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