domingo, 22 de agosto de 2010

De blanco en NY


Ha amanecido lloviendo en Brooklyn. Un despertar dulce porque, una semana después, he podido hablar con Yolanda y la nena. Internet hace milagros. 45 minutos utilizando el ordenador como si fuera un teléfono gracias a Skype, todo un hallazgo si tenemos en cuenta las tarifas de Vodafone para llamar a España desde Estados Unidos. El minuto, incluyendo el establecimiento de llamada, supera los tres euros. Para pensárselo. Lo mejor, sin duda alguna, un SMS o colgarse del ordenador para chatear desde cualquier café donde la conexión es gratuita.

Pero comunicaciones aparte –mi portátil ha sucumbido a la conexión sin cables, fuera de combate hace unos días fruto de mi ignorancia manifiesta--, voy cubriendo etapas en este viaje o estancia, como prefieran, en NY. Y como se trata de contar lo que me pasa cada día, ahí va una ración de lo más jugoso en los últimos días. ¿Se imaginan en Chinatown, en una avenida pestilente rodeado de chinos comprando fruta y adonde no llegan los turistas? Sí, porque a mí me dio la impresión de haber cruzado la frontera de los turistas para adentrarme en calles con carnicerías que exhiben patos y colgados en los escaparates. Vamos, como nuestros solomillos, salchichas o pancetas. Ay, la dieta mediterránea. Qué daría por una tapita de jamón... del bueno. Nostalgias de españolito, perdonen por el lapsus.

Chinatown es un hervidero de tiendas, restaurantes y tiendas de comida rápida. No, no voy a hablar de las pelis de mafias chinas que está muy manido. Solo me gustaría transportarles a uno de los micromundos que ofrece esta isla donde, vuelta a Columbus Park, los visitantes descansan observando a los vecinos –las mujeres juegan por un lado, los hombres por otro— en partidas de cartas al aire libre. Algo parecido a Union Square, cruce de caminos de Broadway, donde ayer vi a un tipo que, con una estimulante boca, ofrecía masajes gratis... en los pies. Una china, cosas del destino, parecía disfrutar lo suyo con el ofrecimiento. Las miradas y el empeño del tipo ponían el resto al espectáculo que, aquí en NY, apenas despertaba expectación. Ni me lo imagino en Gran Vía.

Pero por no cansarles con los chinos, que son muchos en este ancho mundo, también quiero contarles cómo sentí --yo blanco europeo y mexicano en apariencia según el análisis de la chica que me vendió un estimulante Gatorade—en el Negrill, restaurante-discoteca cercano a Washington Square. Para qué decirles que allí solo cenaban, en un ambiente elegante, diría que hasta pijo y convencional, parejas, amigos y colegas de la otra raza. No, no, no me sentí rodeado, ni mucho menos, a excepción del tipo que me pidió el DNI (ID en NY, perdón por las siglas) para acceder a la zona de discoteca donde la estupenda música de un DJ se mezclaba con el olor a los platos que servían en las mesas pegadas a la zona de baile. A los garitos hay que sacarles todo el rendimiento. Aquí da igual. Por un momento, me imaginé el restaurante de Eustaquio transformado en algo parecido. Y me pareció posible.

Hoy voy a tomar el brunch a Balthazar, uno de los lugares más típicos de la ciudad para el arte de almorzar si no has desayunado en condiciones. Tengo espacio en la barra a la una y esta mañana he evitado que mi estómago tenga más trabajo tras un sábado de ensalada, pizza y maki tuna, es decir, el rollito de arroz y atún crudo que me comí, con unos espaguetis chinos (noddles) en un restaurante cerca de West Houston y el Soho antes de volver a casa. Ah, aunque suene recurrente: ver el puente de Brooklyn desde el metro que cruza por el de Manhattan viniendo de mi barrio resulta decepcionante por la escasa iluminación. Los pilares y los ojos están a oscuras. Alguna razón habrá que no sepa.

Voy terminando, que se hace tarde y me toca andar. Me ha aliviado hablar con Yolanda y la nena. Ya tenía ganas. Parece que estaban cerca, tan cerca, que podía besarlas. De momento, me conformo con un buen brunch. En la foto, un servidor en Chinatown...



5 comentarios:

  1. Carlos, buenas tardes desde Colmenar, desde el otro pico de este pañuelo del mundo. Por cierto conozco a Josune, la psiquiatra vasca. ¿Pregúntale donde ejerció antes de ir a N.Y.? si es Alcobendas pregúntale por el CRPS. Si es el mundo es un pañuelo y tú lo acercas muy bien.

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  2. Punto y final a las vacaciones almerienses: http://mapadeutopias.blogspot.com

    Saludos

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  3. Hola cuñaino, por aquí las cosas siguen igual, a tus mujeres también les ha gustado hablar contigo y tu suegra sigue alucinando en colores que le vamos hacer, estoy deseando tomarme unas cervecitas contigo y que me cuentes en persona toda tu aventura. Un abrazo campeón

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  4. Gracias a todos. Os sigo contando en unas horas, que hay novedades.... COP, enviado especial en la Mezquita de la Zona Cero...

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  5. Un abrazo Carlos, estupenda crónica. Periodismo del bueno, incluso en vacaciones. Un crack.

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