lunes, 16 de agosto de 2010

Con jet lag, pero en Brooklyn


Escribo desde el café Martin, un pequeño local en la Quinta Avenida de esta otra ciudad donde sirven un estupendo capuchino que, a estas horas de la tarde en Brooklyn, --casi de la noche con mi cuerpo de jet lag—me sirve para sobrevivir hasta que llegue “el doctor Juan Carlos”. Para que vayamos poniéndole nombres a los protagonistas de este viaje, él es el marido de Josune, la psiquiatra vasca que me ha ofrecido su casa en el 381 de la 6th street. Ah, y lo de la referencia profesional corre por cuenta de Alejandro, el taxista mexicano que hoy me ha llevado a comer tacos rodeado de compatriotas, junto a su mujer Filermina y sus niños, a un restaurante varias calles más allá. No me pregunten cuántas porque hoy no estoy para la estadística. Olvidaba decirle que ella es la que limpia la casa donde me quedo. Esta mañana cuando he llegado en el taxi desde el aeropuerto –48 dólares propina incluida--, ya estaba esperándome en la puerta porque el doctor está en la consulta y Josune se ha marchado con su hijo Julen a Mondragón de vacaciones.

Pero pasemos a las descripciones que es, al fin y al cabo, lo que interesa cuando uno está recién aterrizado. La casa es como la de esas pelis americanas que tantas veces hemos visto: escaleritas con la balaustrada --¿se dirá así?—y grandes ventanas, Antiguas y elegantes, pero cada una pintada al gusto del consumidor. Vamos, un adosadito al estilo Brooklyn. Para resolver dudas, miren la foto --perdón que aún falta--. Con dos alturas, se entra por lo que podría ser la puerta de servicio, que no cumple en esa función sino la de entrada. La principal sirve a dos españoles vecinos, a los que aún no conozco, que viven encima. ¿Cometeré el pecado de irme de cervezas con ellos? Una costumbre muy nuestra, la verdad, para hacer amistades cuando estamos lejos de casa.

Por fin el tipo que me ha servido el café se atreve con la música, clásica por cierto en este local estrecho en el que solo estamos él y yo, con otro tipo con perilla que tiene su móvil conectado al ordenador y los auriculares puestos. El perro viene incorporado debajo del asiento, un banco corredora de madera frente al mío con mesitas de hierro.

¿Que qué tiempo hace? Tan sencillo como que parece que va a caer una tormenta de verano con el calor pegajoso, tan propio, dicen los expertos, de Nueva York en verano. Estoy, andando y si me atrevo a cruzar el famosísimo puente de Brooklyn, a menos de una hora de Wall Street, previo paso por las dársenas de Canal Street. Para que nos entendamos, los pilares del puente al otro lado del río. Solo puedo deciros que mañana me pongo con ello. Tengo que viajar a Larchmont, un pueblecito situado al noreste, creo, donde vive Emilio López Romero, el corresponsal de El Periódico de Cataluña que me servirá de guía en esta primera experiencia de reportero Gustavo en América.

La verdad es que no me puedo quejar. Ya sé lo que es pagar con tarjeta en un taxi, comer unos tacos mexicanos muy ricos y cafetear en en la 5th Avenue del barrio. Todo, en mis primeras cuatro horas tras tomar tierra. Hasta tengo hasta doctor en casa. El tormentón que anunciaba ya está aquí. Una buena forma de no olvidar mi primera tarde en Brooklyn,


5 comentarios:

  1. Como diría Sting, "I'll be watching you". Buena idea la del blog, no me la habías comentado. Espero que te ayude el librito del gran Enric y que visites tarde o temprano ese templo de los bistecs que recomienda y que no debes tener lejos de tu guarida.
    Fastidia no ser muy original con la fascinación por NYC, porque no conozco a nadie que haya vuelto de allí decepcionado. Yo en realidad tampoco he vuelto de allí y cada vez que hay algo en la tele o una peli relativo a ese sitio, me traslado.
    Recomendable el paseo por el puente, sí. Se hacen corto esos 1,8 kilómetros, pero cuidado con los ciclistas con los que tienes que compartir espacio y van como locos.
    Te sigo, eh. Ya mañana informo a los abuelos de tus asuntos. Un abrazo fuerte.

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  2. Son las cinco de la mañana en España. En NY, las 11 de la noche. Estoy acostándome a esta hora para superar el jet lag y no estar despierto a las cuatro de la mañana. A ver si lo consigo. Vengo de dar una vuelta por el barrio ¿? con Juan Carlos, el cirujano portorriqueño que opera espaldas en un hospital de Brooklyn. Ya hemos visto a la primera big band en un garito lleno de gente joven con Macs y con sillones reciclados. Vamos, no había nada nuevo, excepto la cerveza y el personal. En caaa --duermo en la planta baja.-- hay wifi. Mañana me espera otro día emocionante. De éste ya he consumido 22 horas despierto. uff...

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  3. Compañero, feliz estancia, mejor aprendizaje y aquí te esperamos para que nos cuentes cada día nuevas experiencias y vivencias. Nos vamos leyendo...

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  4. Ya te veo chapurreando inglés extremeñizado jajaj

    Disfrútalo amigo y sigue narrando tus peripecias en tierras yankees!

    1 abrazo

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  5. valeria le dice a la gente que le pregunta por su padre que está de vacaciones en new York, que se ha ido a comprarle un regalo grrande y una camiseta rosa de Hello kitty...yo sé que simplemente se ha ido para poder contarle cosas interesantes de otros países, de otras gentes y experiencias divertidas de lo que allí vivió.
    Lo peor de ir a New york es que crea "adicción", siempre vuelves con la mente en regresar... quizá el año que viene, en dos años máximo,... luego la realidad pesa más que los sueños y la cosa se retrasa, pero mientras uno vive el día a día de vez en cuando mira al cielo azul y abierto del terruño y recuerda ese bosque de edificios por el que paseó hace algunos años, y hasta cree recordar el olor a perrito caliente del puesto de indios que estaba en la esquina del hotel.
    Y cuando llega a casa busca las fotos de esos días y relamiendose de felicidad piensa que mañana comprará una hucha para ahorrar y repetir ese momento de su vida.
    un besito de valeria y mio.
    Yolanda

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